Vida Icónica VIDAICÓNICA

Hans Berger

Información general

Nombre completo Hans Berger
Nombre nativo Hans Berger
Descripción Neurólogo alemán
Fecha de nacimiento 21-05-1873
Lugar de nacimiento
Fecha de fallecimiento 01-06-1941
Nacionalidad Ducado de Sajonia-Coburgo-Gotha, Reich alemán
Ocupaciones académico, neurocientífico, psiquiatra, profesor universitario, neurólogo, médico, psicólogo, científico, inventor
Grupos Academia Alemana de las Ciencias Naturales Leopoldina
Idiomas alemán

Hans Berger nació en Neuses, localidad cercana a Coburgo, en 1873, y falleció en Jena en 1941. Su trayectoria se inscribe en la historia de la neurología y la psiquiatría alemanas, y su nombre se asocia principalmente a la invención de una técnica que registra la actividad eléctrica del cerebro. A lo largo de su vida, fusionó medicina, neurofisiología y psicología, buscando establecer puentes entre lo fisiológico y lo psíquico mediante un enfoque riguroso y experimental.

Orígenes, formación y primeros años

Procedía de una familia vinculada a la medicina; su padre fue Paul Friedrich Berger y su madre, Anna Rückert. Completó sus estudios en el Gymnasium de Coburgo y, en 1892, ingresó a la Universidad de Jena, donde se formó en Medicina hasta 1897. En ese periodo emergió una escuela clínica que priorizaba la experiencia de campo y la investigación sistemática, principios que influirían fuertemente en su desarrollo profesional.

Al comenzar su trayectoria, se situó como ayudante en la clínica psiquiátrica universitaria, junto a figuras destacadas de la época. Compartió atención y aprendizaje con el Otto Ludwig Binswanger, y mantuvo contacto cercano con otros destacados detractores de la función cerebral, como Oskar Vogt y Korbinian Brodmann, quienes dedicaron gran atención a la localización de las funciones cerebrales y a la relación entre anatomía y psique. Este ambiente influyó para que Berger orientara su investigación hacia la interacción entre estructura cerebral y fenómenos mentales.

Trayectoria profesional y ascensos

A lo largo de los años, su labor adquirió mayor responsabilidad: en 1912 fue nombrado médico jefe de su unidad y, tras ello, en 1919 pasó a dirigir la cátedra de psiquiatría, cargo que ocupó hasta su jubilación en 1938. En cada etapa, consolidó una visión de la psiquiatría que debía dialogar estrechamente con la fisiología y la neurobiología, integrando la observación clínica con enfoques experimentales para abordar los complejos fundamentos de la mente.

La trayectoria de Berger se desarrolló dentro de un marco de colaboración interdisciplinaria que privilegió la comprensión del cerebro como soporte de la experiencia subjetiva. En ese periodo, su relación con colegas como Binswanger, Vogt y Brodmann mantuvo vivo el interés por la anatomía funcional y su relación con la conducta y las alteraciones mentales, un principio que marcó su estilo de investigación y enseñanza.

Primeras tentativas de correlación entre mente y cerebro

En sus inicios, Berger persiguió la idea de que era posible hallar una correspondencia entre la actividad cerebral objetiva y los contenidos psíquicos percibidos subjetivamente. Analizó cómo variables fisiológicas —como latidos cardíacos, la respiración y la vasomotricidad— podían influir en las pulsaciones y oscilaciones del cerebro, y evaluó el efecto de diversos fármacos, entre ellos alcáfor, digitoxina, cafeína, cocaína y morfina, sobre esas pulsaciones cerebrales. Los hallazgos resultaron, en gran medida, insatisfactorios para cumplir con las expectativas iniciales, pero no frustraron su empeño de encontrar expresiones medibles de estados mentales a través de experimentos ligados a la circulación sanguínea, realizados en 1904 y 1907.

A pesar de la falta de resultados concluyentes, no abandonó la búsqueda de signos objetivos que pudieran reflejar procesos psíquicos. Continuó explorando la relación entre circulación y funciones mentales, ampliando gradualmente el marco de análisis para incluir factores dinámicos del sistema nervioso y su interacción con la hemodinámica.

La idea de P-Energie y sus límites

En su investigación posterior, Berger intentó vincular la temperatura del cerebro con los procesos mentales, formulando la hipótesis de una energía psíquica que derivaba de la disimilación en la corteza, junto con otras manifestaciones de energía como calor, electricidad y energía neuronal. Aunque esta propuesta ofrecía una visión integrada del metabolismo cerebral, sus experimentos llegaron a un punto sin avances definitivos alrededor de 1910, lo que no supo detener su curiosidad científica. En cambio, sus conferencias sobre psicofisiología, iniciadas en 1905 y publicadas en 1921, mantuvieron vivo el debate sobre la naturaleza de la energía psíquica y su expresión medible.

Estas investigaciones reflejan un esfuerzo por convertir lo intangible de la experiencia mental en variables observables, aun cuando el camino estuviera sembrado de incertidumbres y resultados ambiguos que obligaban a revisar enfoques y métodos de medición, así como a replantear las hipótesis básicas sobre el vínculo entre cerebro y mente.

El giro decisivo: de la circulación a la actividad eléctrica

Después de la Primera Guerra Mundial, ante la persistencia de resultados insatisfactorios, Berger redobló su atención en demostrar la existencia de actividad eléctrica en el cerebro humano. Ya había registrado mediciones mediante trepanaciones y un electrómetro capilar diseñado por Lippmann y, después, con un galvanómetro de Edelmann, pero en 1910 dejó constancia en su diario de que esas técnicas no habían alcanzado la fiabilidad deseada. A partir de 1925, reinterpretó su metodología y se enfocó en captar las fluctuaciones espontáneas del potencial eléctrico que se generaba en la corteza cerebral.

Esta reconducción metodológica preparó el terreno para una contribución que cambiaría la neurofisiología: la recopilación de señales eléctricas que emergen sin estímulos externos y que permiten inferir estados de la actividad cerebral. En esa línea, su primera obra dedicada a este campo, fechada el 22 de abril de 1929, señalaba un momento crucial en la historia de la medicina y de la ciencia cerebral, al afirmar que el descubrimiento del electroencefalograma humano tenía antecedentes que remontaban a 1924.

Reconocimiento, difusión y recepción internacional

La atención internacional hacia su trabajo no fue inmediata. En 1934, investigadores como Adrian y Matthews destacaron la relevancia de sus hallazgos y se encargaron de traer a la luz pública la aportación de Berger, otorgándole el lugar que la comunidad científica tardíamente reconocería. Este retraso no desvirtuó la importancia del método que había concebido ni la relevancia de sus observaciones, que abrieron un nuevo camino para entender la actividad cerebral y su relación con la experiencia subjetiva.

La contribución de Berger a la neurofisiología ha perdurado como piedra angular para la comprensión de cómo registramos y analizamos la actividad eléctrica del cerebro. La electroencefalografía se consolidó como técnica central en la clínica y la investigación, y su nombre quedó asociado a la posibilidad de estudiar el cerebro de forma objetiva y dinámica, permitiendo avances posteriores en neurología, psiquiatría y psicología.

Entre la trayectoria científica y la caída del régimen

Con la llegada del régimen nazi, Berger perdió su posición como jefe de la Unidad de Psiquiatría de la Universidad de Jena, como muchas otras figuras académicas de la época cuyo trabajo quedó condicionado por la ideología oficial y la represión política. Este episodio marcó un giro brutal en su carrera y en su vida profesional, que se vio afectada por las tensiones y limitaciones impuestas desde el poder.

El 1 de junio de 1941, frente a un entorno de violencia y persecución, Hans Berger decidió acabar con su vida. Su fallecimiento puso fin a una trayectoria marcada por la paciencia experimental y el deseo de comprender la mente a través del cerebro. Aunque su muerte fue prematura, su legado permanece: abrió un método que convirtió una observación periferica en una herramienta central para estudiar la conciencia y la actividad cerebral, y dejó a la ciencia un marco para seguir explorando los misterios de la mente humana.