Vida Icónica VIDAICÓNICA

Nicolás Achúcarro y Lund

Información general

Nombre completo Nicolás Hilario Severino Basilio Juan Achúcarro y Lund
Descripción Médico español (1880-1918)
Fecha de nacimiento 14-06-1880
Lugar de nacimiento
Fecha de fallecimiento 23-04-1918
Nacionalidad España
Ocupaciones médico, neurocientífico
Idiomas español

Nicolás Achúcarro y Lund vio la luz en Bilbao el 14 de junio de 1880, en una familia con una notable educación y recursos. El entorno familiar le proporcionó una formación amplia en humanidades y ciencias, y desde joven mostró una curiosidad innata por el estudio del cerebro y sus trastornos. Su trayectoria, marcada por viajes, investigación de frontera y vínculos con figuras destacadas, lo llevó a consolidar una de las escuelas neurológicas más influyentes de España. Este es un retrato de su vida, su aprendizaje y sus aportes científicos.

Biografía

Nació en el casco viejo de Bilbao, en un hogar de estirpe acomodada que valoraba la ilustración y el saber. Su progenitor ejercía como oftalmólogo y su madre, de origen noruego, aportaba una visión cosmopolita a la familia. Fue el primogénito de cuatro hermanos; uno de ellos falleció joven, un suceso que dejó una huella imborrable en la temprana sensibilidad de Nicolás hacia la fragilidad humana. Su bautismo tuvo lugar en la catedral de la ciudad, y recibió un nombre que combinaría tradición y significación familiar.

Con un bagaje escolar sólido, se formó en el Instituto de Bilbao, destacando en ciencias y letras. Entre sus maestros figuraba un influyente humanista que orientó su interés por la literatura y la retórica. desde la infancia cultivó aficiones como la música, el arte y los idiomas, inspirado por la figura de su tío Severino Achúcarro, un reconocido arquitecto que dejó una impronta cultural en Bilbao.

En busca de una educación preuniversitaria europea, emprendió su primer viaje a Alemania junto a su padre y completó su preparación en un gimnasium de Wiesbaden, alojándose en la casa del director de la orquesta local durante más de un año y medio. Este intercambio cultural sería decisivo para su visión internacional de la ciencia. Más tarde, superó el examen de Selectividad en Zaragoza y dio inicio a sus estudios médicos en Madrid, en la Universidad Central, bajo la tutela de maestros que lo marcarían profundamente.

Entre maestros y mentores de renombre, Nicolás tuvo como guías a figuras de la medicina y la ciencia española que vivían una etapa de renovación. En Madrid, convivió con el mundo de la Histología y la Neurociencia gracias a la influencia de maestros como Madinaveitia y Ramón y Cajal, quien le abrió las puertas a una red de investigación y a la próxima generación de neurocientíficos. Sus compañeros lo reconocieron con distinciones como el Premio Martínez Molina y otro por méritos en anatomía.

La cultura liberadora del saber le acercó a los movimientos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza y a la visión de Francisco Giner de los Ríos. A través de estas corrientes, encontró a Luis Simarro, un pensador socialista vinculado a la Masonería, que introdujo la psicología experimental y las ideas psiquiátricas modernas en España. Bajo la tutela de Simarro, Achúcarro se adentró en la neuroanatomía y la patología del sistema nervioso, iniciando una trayectoria investigadora que combinaría clínica y laboratorio.

Una etapa de aprendizaje continental, en otoño de 1899, lo llevó a recorrer Europa en busca de excelencia científica junto a su hermano. Se inscribió en Marburg para estudiar patología, química y fisiología, y el deterioro de la salud de su hermano obligó a regresar a Madrid, donde completaría los tres últimos años de la licenciatura médica de forma autodidacta y a distancia. Esta experiencia fortaleció su carácter y su disciplina académica.

La actividad en Madrid se intensificó alrededor de 1902, cuando, ya como estudiante de medicina, frecuentó el departamento de Madinaveitia en el Hospital Provincial. Su red se ampliaba con contactos en la comunidad científica y cultural, entre ellos Marañón, Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez, con quien cultivó una sólida amistad. Participó como colaborador de la Residencia de Estudiantes y se integró en círculos intelectuales de marcado carácter crítico y abierto a nuevas ideas, incluyendo posiciones ambiguas frente a la religión y con una postura favorable a las alianzas en la Gran Guerra.

Experimentos y estancias internacionales, su itinerario de investigación lo llevó a París, donde conoció a la clínica de neurología de la Salpêtrière y a otros centros destacados, y a Alemania, donde trabajó de la mano de neurólogos influyentes. En Florencia colaboró con destacados clínicos y profundizó en el estudio de las enfermedades mentales. Regresó a Alemania para completar varios años de experiencia en Münich, bajo la influencia de Kraepelin y en las líneas de trabajo de Alzheimer. En Madrid presentó la tesis doctoral “Contribución al estudio de la anatomía patológica de la rabia” y consolidó su reputación internacional.

El reconocimiento internacional llegó temprano, y en 1908 fue invitado por el gobierno estadounidense, a instancia de Alzheimer, para dirigir el Departamento de Anatomía Patológica del Government Hospital for the Insane de Washington, un hospital federal con miles de pacientes psiquiátricos. Su prestigio crecía a la par de su experiencia clínica y su labor docente en América y Europa.

De regreso a España, abrió nuevas etapas: en 1910 volvió a Madrid, combinando el ejercicio clínico en la medicina privada con su asesoría en el laboratorio de Ramón y Cajal. En 1911 contrajo matrimonio con Lola Artajo, su prima, y obtuvo la plaza de médico en el Hospital Provincial de Madrid. Dos años después, asumió la dirección del Laboratorio de Histopatología del Sistema Nervioso y, más adelante, su institución se integraría al Instituto de Investigaciones Biológicas, precursora del Instituto Cajal.

La escuela de Cajal fue Central para su desarrollo profesional. Él se convirtió en la figura que dirigía una sección de histopatología en el laboratorio de investigaciones biológicas, y su trabajo atrajo a jóvenes que, con el tiempo, serían nombres claves en la neurociencia mundial, como Pío del Río-Hortega, entre otros. Su relación con figuras como Fernando de Castro y otros pioneros de la neurología marcó la consolidación de la denominada Escuela Neurológica Española, también conocida como Escuela de Madrid.

El cierre de una era y la lucha personal, la salud y la enfermedad fueron hitos inevitables. Achúcarro diagnosticó a Ramón y Cajal con arterioesclerosis cerebral y, en 1916, él mismo empezó a experimentar la Hodgkin y una leucemia linfocítica. A pesar de las adversidades, continuó trabajando, dejando un legado intenso. Falleció el 23 de abril de 1918 en su residencia de Neguri, a los 37 años, tras una trayectoria que dejó huella en la neurología española y mundial.

Legado y reconocimiento, su figura se impuso entre los grandes de la época y su influencia se extendió más allá de la clínica, alcanzando la teoría y la técnica. Fue pionero en el estudio de la neuroglía, analizó aspectos de la enfermedad de Alzheimer y de la parálisis general, y popularizó un procedimiento para analizar el tejido nervioso que involucraba tanino y óxido de plata amoniacal. Su amistad y adhesión a la escuela de Cajal lo consagraron como un pilar de la neurociencia española, capaz de vincular la clínica con la investigación experimental.

Un homenaje perdurable en el País Vasco, su nombre se asocia a uno de los centros neurales más relevantes de España: el Achucarro Basque Center for Neuroscience. Este instituto, dedicado al estudio de las neurociencias y, en particular, a las células gliales, se erige como un tributo a su trayectoria y a la tradición científica de la región.

Trayectoria científica y académica

Contribuciones distinguidas, su labor se centró en el análisis del sistema nervioso y en la identificación de componentes celulares fundamentales para entender las enfermedades neurológicas. Sus investigaciones sobre las células gliales y su interacción con neuronas, así como el desarrollo de métodos de tinción que permitían observar con mayor claridad la histología cerebral, sentaron las bases de líneas de trabajo que prosperaron con sus sucesores.

Relación con la élite científica, fue parte activa de la red de investigación madrileña que articuló la escuela de Cajal, un grupo compacto que abarcó teoría y práctica clínica, y que logró situar a España en el mapa de la neurociencia internacional. Su capacidad para traducir hallazgos experimentales en observaciones clínicas le otorgó un papel decisivo en la formación de jóvenes científicos que, años después, serían referentes globales.

Impacto práctico y pedagógico, su labor no se limitó a la investigación sino que también implicó enseñanza y divulgación. Participó en conferencias y cursos dedicados a enfermedades mentales, y su presencia en instituciones académicas de prestigio ayudó a consolidar una visión integrada de la neurociencia que combinaba patología, anatomía y clínica.

Homenajes y aprecio posterior, la memoria de Achúcarro se mantiene viva en centros y en la historiografía de la ciencia. Su figura aparece como símbolo de una etapa en la que la medicina española se internacionalizó y se articuló con corrientes europeas de vanguardia, dejando una impronta duradera en las metodologías y enfoques de la neurología y la psiquiatría.

Artículos académicos y científicos

Contribuciones documentadas, su producción intelectual incluyó trabajos que exploraron la anatomía patológica del sistema nervioso, la patología de la rabia y la interpretación de cambios neurales mediante técnicas histológicas innovadoras para la época. Sus publicaciones y reportes sirvieron de referencia para quienes, más tarde, desarrollaron las líneas básicas de la neurociencia española.

Colaboraciones y futuras promesas, trabajó de forma conjunta con colegas jóvenes que, con el tiempo, cristalizaron en una generación de neurocientíficos de renombre a nivel mundial. La red que tejió en Madrid y sus estancias en centros europeos fortalecieron los lazos entre laboratorios y clínicas, permitiendo un flujo de ideas que potenció la comprensión de las enfermedades del sistema nervioso.

Relación con las instituciones, su actividad se vinculó a laboratorios y hospitales que, con el tiempo, formaron parte de la infraestructura de investigación en neurociencias de España. Su paso por universidades y centros de investigación dejó huellas en las fundaciones que darían origen a futuros institutos y grupos especializados en neurociencia y fisiopatología, que hoy continúan su legado.

Importancia histórica, su papel como miembro destacado de la escuela de Cajal y su contribución a la consolidación de una tradición neurocientífica en la península son valorados por historiadores de la medicina. Su enfoque integrador entre anatomía, patología y clínica sirvió para comprender mejor los procesos patológicos del cerebro y para entrenar a generaciones siguientes en métodos de investigación rigurosos.